24 jun 2007

Fabricando geniecillos

Hace años, cuando trabajaba de voluntaria con una asociación de ayuda a chavales con altas capacidades, recibimos una consulta de unos padres que nos dejó con las patas colgando. No recuerdo literalmente lo que decía, pero era algo así sobre si sabíamos de algún método para superdotar (sic) a los niños, porque tenían un hijo y querían que fuera "más listo que nadie".
Yo, que entonces todavía era joven e impetuosa, me indigné ante tamaña soplapollez, y recuerdo haber compadecido en mi fuero interno al pobre hijo de esos subnormales. Nunca supe qué pasó al final, porque le di la carta a la psicopedagoga del centro y me desentendí del tema. Supongo que ella se quitaría a esos capullos de en medio diplomáticamente. O no.
De haber recibido semejante misiva hoy en día no me habría indignado; me habría tronchado de risa. Y le hubiera augurado un futuro muy negro al pobre chiquillo (¿os acordáis de lo que le pasó al pobre Justin Chapman, del que hablé aquí no hace mucho?).

Sin embargo, situaciones como éstas no ocurren de forma aislada. Muchos padres se han apuntado a la moda de querer convertir a sus hijos en monstruítos, y desde unos años para acá se oye hablar de niños de dos años o incluso menos que empiezan a tomar clases de violín o de piano, o mismamente se les enseña a leer. Ellos lo llaman "estimulación temprana" y se deshacen en elogios sobre las maravillas que consiguen: que si los niños aprenden más y mejor, que si maduran antes, que si qué sé yo.

Los programas de estimulación temprana se basan en la teoría de que, cuanto más joven es una persona, más facilidad para aprender tiene. Es entonces cuando el cerebro es más plástico, cuando más conexiones entre neuronas pueden establecerse, y lo que hacen es aprovechar ese potencial exponiendo a los niños a enseñanzas más avanzadas para que vayan "cogiendo onda". Estos métodos se utilizan sobre todo en niños con problemas, como síndrome de Down, autismo, parálisis cerebral... Curarse no se curan, pero aprenderán antes a valerse mejor que si se les dejara sin atención.

A algún espabilado se le ocurrió que, aplicando los mismos métodos a niños normales, su inteligencia se desarrollaría mucho más rápido y se convertirían en superdotados. Pero, al igual que un niño con síndrome de Down no va a dejar de tener las limitaciones que éste conlleva por muy precozmente que lo estimules, un niño normal, por mucha clase de violín que le des con año y medio, no se convertirá en un Yehudi Menuhin así porque sí.
Ya dijo un sabio que "de donde no hay, no ze pué zacá", así que estos programas ayudarán a aprender las cosas antes, pero nada más. Si un niño tiene una capacidad normal, ningún método lo convertirá en un genio. Todo lo más, se podrá conseguir que lo parezca a base de rellenarlo a presión con más y más conocimientos, pero no lo será. Volviendo a la analogía de las cajas de pintura de la entrada anterior, lo que hacen estos programas es proporcionar un montón de pinceles y de tubos de colores, pero no enseñan a pintar. Y eso por no mencionar nada de los efectos perniciosos que puede tener en cualquier chiquillo el que sus padres estén más preocupados de lo rápido que aprende que de sus necesidades afectivas.

Por si la situación no les parece lo suficientemente absurda, vamos a suponer que los programas de estimulación precoz funcionen de verdad y conviertan a cualquier niño que los siga en un superdotado. Con el tiempo, más y más padres llevarían a sus hijos a estos programas, con lo que después de un tiempo la gran mayoría de los niños de su barrio/ciudad/país serían superdotados. Entonces, si las autoridades educativas no saben qué hacer hoy día con ellos siendo sólo unos pocos, ¿qué follón no se organizará cuando hordas de pequeños Einsteincitos empiecen a invadir las escuelas? La verdad es que sería gracioso ver de pronto a los Equipos de Orientación Educativa haciendo adaptaciones curriculares a marchas forzadas mientras las aulas de 2º de ESO se llenan de criaturitas de cinco años, por poner un ejemplo.

Pero hay más. El cociente de inteligencia no es una medida absoluta, sino relativa: carece de sentido si no se la compara con algún valor de referencia. Los superdotados son excepcionales precisamente porque hay pocos: si la población de personas con altas capacidades se disparara por el motivo que fuera, lo único que ocurriría es que el C.I. medio de la población también lo haría, y si ahora tenemos una media de 100, pues pónganle que subiera hasta 140. Entonces, un nivel que ahora consideramos "de superdotado" pasaría a ser "lo normal", y sólo se consideraría una "inteligencia excepcional" la que superara un valor mucho más alto; digamos 170. Y vuelta a empezar: ahora habría que estimular aún más a los niños para que fueran "más que normales"; el ciclo se repetiría una y otra vez, consiguiendo medias cada vez más elevadas. Supongo que al llegar a un nivel lo suficientemente alto se darían cuenta de lo estúpido de todo el asunto y ordenarían el exterminio inmediato de los defensores de los programas de estimulación temprana. Y el mundo sería un lugar mucho más bonito para vivir.

La conclusión que me gustaría que se sacara de esta paja mental es que a los niños hay que dejarlos que se desarrollen normalmente, según su propio ritmo, sin frenarlos ni empujarlos para que vayan más deprisa. Y si no acaban de enterarse de por qué, vean algún episodio de Barrio Sésamo donde Koko explique la diferencia entre "apoyo" y "tracción".


Un bebé superdotado leyendo
de acuerdo a su edad mental.

Más sobre la estimulación temprana:

http://www.babysitio.com/bebe/estimulacion_temprana.php
http://www.saludalia.com/docs/Salud/web_saludalia/vivir_sano/doc/psicologia/doc/doc_programas_estimulacion.htm
http://www.crianzanatural.com/art/art11.html
http://html.rincondelvago.com/estimulacion-temprana.html

No hay comentarios: